13 de noviembre de 2014

Agua pasada

Recuerdo, no sin cierta nostalgia, el viaje de fin de curso que hicimos en mi época de instituto a Italia —el porqué un 90% de institutos eligen Italia como destino de peregrinación escapa a mi entendimiento—.

No rememoro esto en vano ni pretendo realizar una extensa disertación sobre los encantos que guarda esa bella península, todo esto viene a que es a esas tierras a donde me remite la imagen del vendedor de paraguas, un tipo extraño y algo sibilino que en los días de lluvia sale al acecho de todo aquel incauto que se atreva a ir por la vida sin el arma reglamentaria.

En Dublín debe llover algo más que, pongamos, en Roma, pero aquí, por el contrario, se ha declarado la guerra al paraguas.