Uno puede cambiar la paella por el Irish stew, los días de sol radiante por un elegante paraguas o aprender que subir al autobús equivale a involucrarse en un atraco silencioso.
A lo que es imposible acostumbrarse es a la falta de persianas hechas y derechas.
Desconozco si existe algún apartado en la constitución de la República Irlandesa que prohiba su uso so pena de ejecución, pero la ausencia de nuestras amigas es ciertamente inquietante.
Allá donde mires sólo encuentras persianas americanas que bajan apesadumbradamente la cabeza, conscientes de que no son más que una copia barata creada en exclusiva para oficinistas y voyeurs.