16 de septiembre de 2014

Maletas con malta

¡Ah, Dublín! La que fuera cuna de tan insignes escritores como Joyce, Swift, Yeats o Beckett será mi ciudad durante el curso que acaba de dar comienzo.

Después del vuelo con Ryanair —que dicho sea de paso, fue tan cómodo como puntual— llegué a casa, y al abrir la puerta me encontré con una chica alemana, una americana, una china y una japonesa, todas tendidas plácidamente en el sofá mientras visionaban una desgarradora cinta que trataba con gran ingenio las contrariedades amorosas y sociales por las que todo buen adolescente americano pasa en el instituto. No, lo de las nacionalidades no es el inicio de ningún chiste con bares de por medio, sino mis compañeras de piso. Bueno, para ser sincero, de todas estas la estudiante alemana es la única que cohabita conmigo pues las demás se hospedan en la casa de al lado, pero eso es ya otra historia.

Por aquel entonces yo estaba exhausto y deseando descansar, pero aún así salimos a dar una vuelta que sirvió tanto para conocernos un poco mejor como para situar la universidad, a la que debería ir el día siguiente, en el mapa. Poco más hice aquel día: cené, me fui a la cama prontito como el ciudadano probo que soy y, evidentemente, dormí.

Al día siguiente tocaba ya ir a la universidad, así que una vez en pie y tras cumplir con el aseo y la alimentación matutina, partimos hacia allí. No hay mucho que contar, únicamente recogimos el pack de bienvenida, compuesto por una agenda y miles de libretos y pasquines informativos y asistimos a una interminable charla sobre todo lo que hay hacer y conocer.

Auditorio DCU (Dublin City University)

Una imagen vale más que mil palabras


Esa misma noche, ya habiendo cenado, fuimos a una fiesta que se celebraba en la misma universidad y que no tenía más objetivo que conocer a otros estudiantes, bueno, y beber un poco ya que estábamos.

El martes fue más de lo mismo, excepto por un almuerzo/comida que la universidad ofrecía para los estudiantes de intercambio; no me puedo quejar.

Caja de bocadillos

Quizá le faltó langosta...


Y me parece que con esto doy por inaugurado el blog, o cuaderno de bitácora, llamadlo como queráis. La verdad es que releyendo la entrada todo despide un hedor a «Querido diario» que echa para atrás. No era esta mi intención en un principio, así que las próximas seguramente sean algo distintas, nunca se sabe, porque con esto tampoco persigo ninguna intención.

Desde Irlanda, seguiremos informando.

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