4 de octubre de 2014

De Dublín a Berlín

La Oktoberfest se ha convertido en una perfecta excusa para acabar el día con unas cervezas de más sin sentirte menos por ello.

La celebración, muniquesa en origen, ha dejado ya parte de sus raíces a un lado, de forma que la mayoría de profanos mortales podemos disfrutar de una Löwenbräu mientras nos comemos un pretzel al más puro estilo germano en casi cualquier gran ciudad, verbigracia para el caso que nos ocupa, Dublín.

Pin banderas alemana irlandesa
Coalición alcohólica: 90% vol.

El panorama es inmejorable: miríadas de mesas, jarras y hordas de simpáticos beodos —los más atrevidos con su vestidito tirolés y todo— que cuando se trata de empinar el codo dejan en ridículo al mismísimo Viejo indecente.

Charles Bukowski bebiendo
Y él juega en casa

No vayáis a pensar, queridos lectores, que esto de la Oktoberfest es sólo el turbio invento de algún enfermo alemán que no sabía qué hacer para dar rienda suelta a su dipsómano interior sin que le miraran raro, ¡nada más lejos de la realidad!
Todo este tinglado se remonta tiempo ha e incluso tiene su toque de culebrón venezolano.

La francachela que nos ocupa comenzó como celebración de las nupcias entre el archiconocido Luis I y la admirada mundialmente Teresa de Sajonia. Teresa, fémina ubérrima donde las haya, engendró nueve hijos, pero el pichabrava de Luis, movido por el vicio y los instintos más bajos, se veía también de forma extramarital con una tal Lola, quien a pesar del nombre, tenía sangre irlandesa corriendo por sus venas. La reina, tan fértil como sufridora, consentía estos encuentros.

Los historiadores no se atreven a confirmar si hubo o no hubo menage.
Yo me decanto por el sí.

Camarera Oktoberfest con cervezas
Una por Luis, por Teresita, por Lola, sus 9 hijos y la cuna que los arrulló

Así que ya sabéis, si alguna vez os acercáis a esta fiesta —cosa que un humilde servidor os recomienda encarecidamente— bebéos una a la salud de ese par de tortolitos: que nadie diga que lo hacéis sin motivo.

Desde Berlín, digo, Dublín, me despido. Pronto más y más sobrio.

1 comentario:

  1. Y luego te quejas de que se confunda Dublín con Berlín... ¡son ellos los que intentan confundirnos!
    Un abracito, vate <3

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